Hay quien se pregunta por qué el teatro no es considerado un bello arte y, en cambio, sí lo es el cine. No es asunto baladí. Los muy puristas esclarecen esta discrepancia con el siguiente criterio: «el teatro no es un género independiente, sino que se encuentra dentro de la literatura, que de por sí es considerada como una de las bellas artes». Como ésta no es la cuestión que nos trae aquí hoy, se da por aceptado temporalmente el argumento. Sin embargo, la misma pregunta es válida para la gastronomía: ¿es o no es arte?
Dejó dicho Borges al hablar de arte, más o menos, que ‘una biblioteca es el paraíso o que el paraíso debe estar en una biblioteca’. ¿Se puede enmendar la plana a un maestro? Sencillamente, no. Al menos si quien lo pretendiera fuese un vulgar plumilla. Así, que no, el paraíso no está en la cocina o viceversa. Pongamos entonces que, si la gastronomía no es considerada arte, sí sea una ciencia. Con permiso de la ciencia y los científicos. Naturalmente, para desdeñar a la gastronomía como arte debemos olvidar la creatividad, los sabores y aquello que se dice de ‘comer con los ojos’. Mire por donde ya hemos cogido uno de los cinco sentidos al aire: el gusto. Precede al saboreo el olfato. Dos sentidos. Más el tacto, tres.
De los cinco sentidos tradicionales del ser humano, tres de ellos permiten, así de entrada, percibir la gastronomía a secas. La gastronomía se consuma en arte cuando provoca un efecto emocional como pudiera hacerlo la música, la pintura… Al fin y al cabo, un chef expresa creativamente una obra estética más allá del mero trámite del sustento. Esto es lo que se gesta estos días en Terraza Carmona al socaire de las ‘Jornadas Gastronómicas El Toro Bravo en la Cocina’, vigésimo segunda edición, que ya es.
Hoy, ayer para usted, el restaurante ceutí ‘El Refectorio’, con su chef Rafael Carrasco en los fogones, deleitó los sentidos con un menú de notable calado, ilustre podría decirse, máxime si se tiene en cuenta que en Ceuta no hay plaza de toros, o sea, no hay tradición taurina. Rafael Carrasco comentaba el cómo y porqué ha recalado en ‘El toro bravo en la cocina’, y que ha sido debido a que «conocí a Antonio al ser los dos miembros de Eurotoques. El año pasado me llamó para decirme que pensaba que yo podía venir este año. Le dije, hombre, no me metas en este compromiso, pero ya sabemos cómo es Antonio y aquí estamos». Gracias a los dos, a Antonio por su insistencia y a Rafael por su flojilla resistencia.
Y ya que estamos, Rafael, ¿es un arte elaborar carne de res brava cuando no se está habituado a trabajar con este producto? «La verdad que sí, lo que se intenta es que no haya habido en las 22 Jornadas un plato igual, darle un toque novedoso dentro de la rigurosidad dentro de lo que es la limitación de la carne de toro. Relacioné la carne de toro en una ciudad sin plaza y pensé que el mar era una manera de acercarlo. Por eso han sido los calamares de nuestras aguas, que son magníficos, y el cascarón de centollo que es una cosa muy habitual allí». Bien, si alguien sigue preguntándose si la gastronomía es un arte, no le demos más vueltas. La respuesta, que salta por evidente, está en Terraza Carmona.
Hoy, el arte de la cocina lo pone el restaurante ‘Los Jardines de Palacio’, de Villacañas, provincia de Toledo. Luego de la comida, ya, si eso, hablamos de arte.
ICARDO ALBA VERA